Paula me sorprendió por su imagen. El brillo de la adolescencia, pero el cuerpo de alguien que sostenía algo pesado.
De expresión contenida y ojos cautelosos. Medía sus palabras. No quería regalar más frases de las necesarias.
Llevaba el rigor escrito en la frente. Y todavía no se había dado cuenta.
Se acomodó de manera formal, discreta. Recolocó el bolso. Nada debía estar fuera de lugar.
Me observó atenta. Me calibró de una forma discreta pero intensa.
Rompi el silencio con - ¿Y bien? Que puedo hacer por ti?
Tomó aire, y escupió: -“no soy feliz. Lo tengo todo y no soy feliz”
Se autojustificó - “Tengo todo lo que todo el mundo querría” - y explotó en llanto.
Un llanto contenido de rabia, frustración. La dejé que explorara la satisfacción de permitirse abandonar el control, de ser vulnerable, incluso conmigo.
La dejé hasta que su control volvió a tomar el rumbo. Respiró hondo, se disculpó, y se recolocó de nuevo en su asiento.
Su frío racional me hablaba de los barrotes que sujetaban su realidad. Una mujer que soñaba y gritaba en silencio por vivir con libertad.
Qué tremendamente lascivas pueden ser las creencias. Paula, cargaba con lealtad el peso de la obediencia incluso a sus 28 años. Jugaba la partida de ser una buena hija. La hija que unos padres soñaban. Paula, aceptaba con rabia un destino que ya estaba escrito por alguien.
Hija única, unos padres entregados a fabricar una hija perfecta. Dos carreras, tres masters, cuatro lenguas, abogada de profesión, asesora jurídica, responsable, profesional, resolutiva. Podía incluir en su curriculum que disponía de un novio de familia bien, el que no sabía lo que era construir un proyecto conjunto.
Y tanto que lo tenía todo. Todo lo que otros querían.
Pregunté- “¿Y tú qué quieres exactamente? ¿Cómo te imaginas tu vida?”
Se quedó en silencio. Un silencio inquietante. No se atrevía a crear, imaginar algo que estuviera fuera de su caja.
Respondió con un susurro - “No sé”
Y volvió a llorar. Desconsolada. Pero ahora el llanto era liberador. Se dio cuenta que podía elegir. Bonita palabra. Elegir le acercaba a la libertad.
Meritxell Margarit
BaZiLifeCoach
meritxellmargarit.com
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